El Círculo Ecuestre inauguró el pasado 29 de febrero el ciclo de coloquios Barcelona a través de sus escritores con la destacada presencia del escritor Carlos Abella. 

Tras la bienvenida del presidente del Círculo Ecuestre, Enrique Lacalle, Abella mantuvo un diálogo con el periodista cultural de La Vanguardia, Joaquín Luna. 

El evento dio comienzo con una introducción sobre Aquella Barcelona, la última obra del autor que recorre la vida barcelonesa desde la posguerra hasta los Juegos Olímpicos de 1992. Durante su explicación, el autor destacó “los muchos aspectos que hicieron que Barcelona fuese una ciudad arrolladoramente activa y con muchas facetas, incluso durante el franquismo”. A raíz de esa idea, Carlos Abella incidió en que “uno de los errores que cometemos es hacer un brochazo del pasado, pero en los matices está la riqueza”. Por ello quiso destacar “la brillantez de las iniciativas que tenía la ciudad en aquella época”. 

El escritor recordó hechos significativos de la historia de la ciudad durante aquellos años, como “la inauguración de la temporada en el Liceo con ‘La bohème’ en el momento en el que llegaron las tropas de Franco a Barcelona”; “La primera exposición de Picasso en la Sala Gaspar” o “La reunión de un grupo de intelectuales en 1944 para crear el Premio Nadal, cuando el resto de España estaba con la luz apagada”, premio que, según dijo, “ganó Carmen Laforet con ‘Nada’” y fue “un hecho acreditativo de la valentía del jurado”. 

A parte de mencionar que “Barcelona fue una ciudad pionera en la introducción del Jazz” y “la capital de la literatura castellana, siendo hogar de grandes autores y editores como Gabriel García Márquez, Carmen Balcells o Mario Vargas Llosa”, Carlos Abella expresó que “Barcelona ha sido siempre una ciudad muy adelantada ante la cual el resto de España se quedaba asombrada”. En esa línea, el autor de Aquella Barcelona tampoco quiso olvidar el pasado taurino de la capital catalana: “Los toros fueron una actividad extraordinaria y enriquecedora culturalmente en los años 40 y 50, momento en el que Barcelona se convirtió en una ciudad universal a la que todos los toreros querían volver”.  

En el marco del coloquio, Abella ensalzó la labor de “figuras vinculadas al franquismo que también hicieron cosas muy buenas para la ciudad”. Para ello, mencionó a “Juan Antonio Samaranch, que dio a Barcelona el primer contacto con el mundo deportivo y tuvo el sueño olímpico”, algo que “fue importante para Barcelona, ya que se hicieron muchísimos proyectos que lograron rejuvenecerla” o “la labor del exalcalde José María Porcioles, que hizo posible la Ronda del mig y que Pasqual Maragall y Jordi Pujol definieron como el hombre que sentó las bases de la urbe”.

En el ejercicio de comparar la Barcelona de antes con la de ahora, el escritor echó la vista atrás hacia “la época en la que la ‘Barcelona de arriba’ bajaba a la Rambla a disfrutar, porque era donde estaban todos los sitios de moda”. “Hubo una época en la que en la ciudad no todo pasaba en la parte elitista”, agregó. 

Carlos Abella concluyó su ponencia defendiendo la tesis de que “Barcelona ha evolucionado muy bien con el tiempo y eso se debe a la coexistencia del franquismo ambiental con su estilo afrancesado y avanzado”.